y los bueyes araban solos.

                No sé si el Madrid de los Austrias necesitaba tanto un santo como la ciudad de Ávila en esa misma época; sea como fuere, el santo medieval es canonizado en el Madrid cortesano del XVI extendiéndose su culto por todo el mundo.

                Se agrupan bajo la denominación de "santos agrarios" a aquellas advocaciones que, de una u otra manera, protegen las cosechas y animales, o bien, propician lluvias y evitan plagas o el pedrisco de las tormentas. Uno de los principales ritos en los que estos santos participan son las bendiciones de campos, siendo San Marcos popularmente conocido como el "patrón de los charcos" el que inicia el ciclo. San Isidro, con el cereal ya nacido, parece asegurar la fertilidad de la tierra, Santa Bárbara libra de las tormentas y San Lorenzo del fuego.

                La ermita que traemos hoy, en el entorno urbano de la ciudad de Valladolid sigue siendo bisagra entre la urbe y el campo. Su romería atrae a los vecinos del barrio y a los que en su día fueron labradores. Las espigas y los aperos de labranza se exponen junto al santo, empeñados los cofrades en que no se pierda la memoria de la actividad agrícola. El ritual obliga a orar frente al santo, a hacer sonar las campanillas de los bueyes y comer rosquillas, que aquí no son "ni tontas ni listas".

                No podemos dejar de mencionar la triste historia que guardan los muros de esta ermita. Su emplazamiento apartado, previo al desarrollo urbano de la ciudad, en tierra de nadie entre la ciudad y el campo y en un cruce de caminos, lo convirtieron en lugar discreto y accesible para la barbarie y la huida. Los muros de la ermita fueron soporte y testigo de las balas asesinas de la represión del Bando Nacional. Para los allí asesinados, que les dediquen una oración los que crean; los que no, que recuerden su memoria.




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